domingo, 28 de junio de 2015

La pasión de la música

Mi primer semana de internado fue un balde de agua helada, situaciones que no se tienen contempladas, y pendientes por doquier, sin embargo, el fin de semana fue hermoso gracias a la música y la compañía de mi familia. La OFUNAM ofreció ayer un programa que me conmovió hasta las lágrimas, con música que no pensé que lo haría. El programa comenzó con la Chacona en mi menor de Dietrich Bextehude (1637-1707) con una bellísima orquestación de Carlos Chávez (1899-1978). Una Chacona es una pieza en ritmo lento de compás ternario, muy popular en el siglo XVII en las cortes europeas. Esta pieza con una evocadora cadencia rítmica y un contrapunto solemne, en manos de Carlos Chávez se convierte en una obra de arte elegante y magnífica que hace que las emociones quieran escapar por la piel, dando lugar a ese escalofrío tan maravilloso cuando la música es simplemente excelente. Los músicos se veían fenomenalmente felices de tocarlo. En segundo lugar, el celebérrimo Danzón No. 2 de Arturo Márquez, que en esta interpretación tan llena de energía de Jan Latham-Koenig fue la que me conmovió más, haciéndome recordar mis días de estudiante de música. El cadencioso ritmo y color musical de la obra me llevó a una experiencia fantástica que quedará grabada en mi memoria durante mucho tiempo. A continuación la brillante Suite de El sombrero de tres picos de Manuel de Falla, (1876-1946). El intermedio pasó y llegó un momento que estaba anticipando: Rhapsody in Blue de George Gershwin (1898-1937) interpretada por Jorge Federico Osorio, pianista al que admiro muchísimo. Lamento decir que fue un reverendo cochinero. Nunca había visto a un pianista tan fuera de forma en el escenario. Sus primeros errores fueron bastante claros, incluso para gente que no conoce la obra. Luego, se saltó varios compases, una sección entera. Su cara comenzaba a llenarse de color, se notaba sumamente nervioso. Tocó un fuerte acorde fuera de tiempo, sumamente evidente... Terrible. Se redimió con una bella Mazurka de Mauel M. Ponce, sublime. Me hizo pensar esa actuación en cómo cada quien es, sin quererlo especialista en algo. Jorge Federico Osorio es de los mejores pianistas para interpretar los conciertos de Beethoven, Schubert o Schumann, sin embargo, con una pieza tan libre y jazzística como rapsodia en azul, no se sentía cómodo y el resultado fue desastroso. Eso me hizo sentirme un poco mejor con la relación que tengo con Mozart, por ejemplo. Mis manos son más dotadas para interpretar a Beethoven, Chopin o Grieg, y Rachmaninov también me sonríe, pero Mozart y Bach me miran con desaprobación. Cabe mencionar que toco varias piezas de Bach pero no me siento tan cómodo como cuando interpreto Beethoven o algún compositor mexicano como Ponce o Castro. Pasa lo mismo con los médicos. Estaba escuchando el otro día de algún cirujano: "Yo puedo hacer una safenectomía, porque como parte de mi formación aprendí de cirugía vascular, pero lo haría mil veces mejor un cirujano vascular que yo, no porque sea mejor, sino porque él lo ha hecho más veces que yo. Pasará lo mismo con él, técnicamente puede hacer una funduplicatura, pero yo lo hago mejor porque he hecho cientos." Me pregunto si el camino a la especialización convierte en un poco inútil al especialista. Recordando a una maestra, genetista, nos comentaba que no recordaba la mayoría de las cosas que aprendió en la carrera, porque jamás las volvió a usar, pero ¿qué pasaría en el caso de que se necesitase de un médico en un avión?, por ejemplo, ¿podría ella ser de ayuda? En fin, tema para reflexionar en el tiempo libre. Volviendo a la OFUNAM, el programa siguió con la Conga del Fuego Nuevo de Arturo Márquez, breve y brillante. Adiós Nonino de Astor Piazzolla (1921-1992) siguió, para mi deleite. Finalizó el programa con el Huapango de José Pablo Moncayo (1912-1958), el segundo himno nacional.  Encores para dar y regalar con un poco más de de Falla y el Intermezzo a la ópera Atzimba de Ricardo Castro (1864-1907).
Pasando a otra forma de arte, vi una película francesa después de mi primera guardia llamada Hipócrates, la cual trata acerca de un médico interno (mucha coincidencia), que mata a un paciente accidentalmente al no reconocer un infarto en evolución durante su primera guardia. La película transcurre con el día a día de los médicos internos... y nada más. Podría decir más pero le quitaría a la película la poca emoción que tiene. Yo la disfruté, pero aquel fuera del gremio médico la encontrará tediosa.
Me despido, preparándome para mi tercer guardia de internado, deseándole, mi querido lector, disfrute de todos los beneficios de la vida.
Comparto el programa de la OFUNAM del día de ayer en versiones interesantes.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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