domingo, 15 de febrero de 2015

Águila o sol, un poco de sinestesia y Rachmaninov



El otro día, si ganaba el volado tendría otra bolsa de papas con limón, sin costo, desafortunadamente escogí sol. No me decepcioné al ver el águila, ya que de cualquier forma, esa moneda era cambio mío a fin de cuentas. Son estas pequeñas cosas que realmente uno ya no espera encontrar en la ciudad, pero siempre es grato ver que aún existe ese folklor por las calles de México.
Por otra parte, andaba en boca de algunas personas un show de luz y sonido conmemorando el aniversario de alguna institución, sin embargo, fui testigo de uno mejor. Nuevamente la OFUNAM me sorprende, al interpretar la no muy conocida "sinfonía" número 5 de Alexander Scriabin (1872-1915).
Sinfonía entre comillas, ya que sin división entre movimientos y modestos 24 minutos, se trata más bien de un poema sinfónico dedicado a Prometeo, aquel que robara de los dioses griegos el fuego. En esta obra, Scriabin quería regalarle al mundo lo que para él era la música. Scriabin asociaba mentalmente los sonidos con colores, por lo que interpretar o escuchar cualquier tipo de música se convierte en una experiencia extraordinaria, al poder visualizar colores ante estímulos sonoros.
A este fenómeno se le denomina sinestesia. Se define como la asimilación conjunta de distintas sensaciones provenientes de sentidos diferentes. Otro ejemplo es el de saborear sonidos o predecir el sabor de algo a través del tacto. Scriabin mismo escribía acerca de estas sensaciones, explicando que cundo se sentaba al piano, cerrando los ojos, ante él se manifestaba una paleta de hermosos colores, algunos incluso que no podía reproducir físicamente. Fue entonces que decidió compartirle al mundo lo que veía con su música. Encargó la fabricación de un teclado que pudiera reflejar luces sobre el escenario y un coro vestido de blanco. Desafortunadamente, su sueño no se cumplió, ya que el día del estreno de la sinfonía el teclado no funcionó, y poco antes de morir sólo se logró reflejar luces lentamente sobre un trapo encima de la orquesta. Decepcionante para Scriabin nunca poder presenciar su sueño hecho realidad, pero hoy, con la tecnología moderna, podemos dotar salas de conciertos con centenares de luces para tener una experiencia sinestésica fantástica.
Dicho y hecho, la OFUNAM interpretó ayer la sinfonía no. 5 de Scriabin con un maravilloso juego de luces logrando implantar en mi memoria para siempre el recuerdo. Lo hizo más dulce aún el hecho de que el programa comenzara con mi concierto para piano favorito: el segundo de Sergei Rachmaninov (1873-1943).
Una de las piezas más apasionantes de la historia pianística, favorita de expertos y no conocedores. El concierto representa el triunfo de Rachmaninov sobre su depresión y alcoholismo y el comienzo de una prolífica era para su composición, dando al mundo un éxito tras otro.
Me despido dejando para su deleite dos excelentes versiones del concierto y también deseando disfruten de todos los beneficios de la vida. Una con Rachmaninov mismo al piano https://www.youtube.com/watch?v=pBx-tr1FDvY  y otra con Sviatoslav Richter, una de mis versiones favoritas por su gran energía y sensibilidad.




 
 
(Por alguna razón, para la versión de Rachmaninov habrán de hacer clic en el enlace directamente, ya que no se puede colocar en mi blog como video. Víctima de la tecnología...)

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