lunes, 16 de noviembre de 2015

Asesinato en los Alpes 3 y patitos a raudales.

La cuarta entrega, realmente la tercera de Asesinato en los Alpes ha llegado tarde esta semana por las tribulaciones de una complicada guardia de domingo, en la cual un gran número de pacientes se complicó e impidió que trabajara en esta historia. Descuiden, queridos lectores, puesto que en esta entrega sabrán quién fue el asesino. Sin embargo, antes de entregarles la última parte de la historia de misterio haré algunos comentarios. Primero, el lunes pasado, es decir el 9, tuve la oportunidad de tocar en público por primera vez en el año (una mala racha para mi alter ego el artista). Ofrecí un concierto didáctico para niños de primaria y secundaria de mi antigua escuela. No recordaba que fuera tan difícil captar la atención de una masa de puros niños varones de entre 6 y 14 años. En fin, yo me dediqué a tocar y a hacer los comentarios propios de un concierto didáctico, quien desease centrar su atención en el pianista fue libre de hacerlo. Noté que uno de los chicos estaba especialmente interesado, al final fue quien aplaudió con más ímpetu, al parecer logré inspirarlo a través de la música, por lo que el arte cumplió su objetivo. Luego, el viernes, las terribles noticias de que nuestro mundo está en guerra, se ha dicho ya demasiado al respecto, por lo que me limitaré a decir que tirar bombas en nombre de la paz es como comer hamburguesas en contra de la obesidad. En fin, les invito a recordar las palabras de John Lennon en su canción Imagine que Pablo Stanley plasmó en el siguiente cartón.
 
 
Cuando en el mundo se observa tanta violencia e intolerancia recuerdo una frase que puede desatar interesantes comentarios: "Si vale la pena matar por tu religión, comienza contigo mismo...". Las opiniones son muchas con respecto a todo lo que ha pasado, desde "rezad por París" hasta "no recen, la religión es el raíz de todos estos males, es hora de deshacernos de la religión". Con opiniones tan opuestas hay entre ellas un sin fin de puntos de vista, que a mi opinión se convierten en un bizantino vicio, usando la palabra bizantino en su tercera acepción: dicho de una discusión: baldía, intempestiva o demasiado sutil. Sabiendo esto reitero que discutir sobre cada opinión respecto a los hechos recientemente ocurridos en el mundo es como discutir sobre el destino del alma de un ratón que ha comido una hostia consagrada. En lo que sí se puede estar de acuerdo es que todos estos hechos son sumamente reprobables y nos permite ver como la humanidad está tan lejos de ser verdaderamente humana.
En notas más amables, hoy, por primera vez paseé en lancha por uno de los lagos de las secciones del bosque de Chapultepec, muy agradable, una experiencia que recomiendo ampliamente. Disfruté de la compañía de agradables patitos.  





 
Ahora lo que me gustaría hayan estado anticipando: Asesinato en los Alpes 3: la resolución.
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Todos continuaban mirando al Dr. Schezer de la misma manera, ya no como un ilustre cirujano, sino como un asesino a sangre fría, un personaje digno de novela de misterio. El silencio incómodo del pasillo sólo era interrumpido por el soplido de la helada ventisca invernal.
"No ha sido el Dr." dijo Johannes con mucha seguridad
"¿Cómo puedes decir eso?" dijo Diana con un grotesco aire de superioridad
"Siempre estuvo con ustedes, además, jamás escuché el sonido de sus pasos en este pasillo"
"Está intentando defender a su amo. Es un mayordomo de la vieja escuela, mentir y proteger la imagen del señor de la casa" dijo el abogado.
"Es la verdad" dijo Johannes con frialdad.
"Hay una forma de saberlo" dijo el Dr. Niffeneger en voz baja, como intentando validar su idea ante sí mismo.
"Peróxido" contestó su esposa, entusiasmada.
"Por favor explíquenme, dijo el abogado"
"No estoy muy segura de que pueda funcionar" dijo la esposa de Schezer "pero si alguien tiene restos de sangre en sus manos, el peróxido de hidrógeno hará un poco de espuma, así sabremos quién es el culpable."
"Eso se me hace absurdo, si el asesino lavó sus manos no hay forma de que funcione" dijo la viuda.
"Además, no creo que nadie tenga esa substancia aquí" dijo diana con rapidez.
"Estamos en la casa de un médico, cariño" dijo el abogado "seguramente tiene a su disposición un ánfora con la sustancia"
Johannes se movió hacia una de las puertas del pasillo, extrayendo un frasco de vidrio ocre, con una etiqueta que dictaba: H2O2.
"No va a funcionar" dijo Diana con insistencia "me niego a participar de tan ridículo experimento, esa cosa puede dañar mi piel"
"Cariño, es la forma de confirmar que Schezer mató al pobre profesor" dijo el abogado
"¿¡Confirmar!?" exclamó Schezer, con una voz firme y decidida, una voz nueva en toda la noche. "Aunque mi mano está llena de sangre, aseguro que a alguno de ustedes les saldrá espuma de las manos, yo no soy asesino... aunque sea cirujano" añadió al final, intentando aligerar la atmósfera al ver que su tono de voz fue demasiado agresivo, sin embargo, falló miserablemente.
Johannes abrió el frasco y colocó peróxido en sus manos. Las empapó del líquido, el cual sólo calló al suelo, mojando la alfombra y haciendo espuma cerca de una gota de sangre.
"Soy inocente" dijo Johannes
"O el estúpido experimento no funciona" dijo Diana de manera grosera.
A continuación la esposa de Schezer empapó sus manos de peróxido, sin que nada ocurriera.
En silencio lo hicieron los doctores Niffeneger, con el mismo resultado.
"Esto es una pérdida de tiempo, no va a pasar nada con nadie" insistió Diana.
"Te demostraré que sirve" dijo Schezer, mojando sus manos con peróxido, inmediatamente generando espuma, en sus manos aún ensangrentadas por haber tocado el arma homicida.
"Entonces eres tú el culpable" insistió Diana.
"¿Cómo serlo si acabo de tocar el arma homicida? Si a alguien más de este círculo le aparece espuma en sus manos, seré absuelto, de lo contrario seré condenado por un crimen que jamás cometí" dijo Schezer decidido.
La viuda mojó sus manos, nada pasó. A continuación el abogado: nada.
Quedaba Diana. Se negó rotundamente.
"Va a dañar mi piel, mi hermosa piel, ¿cómo ser una dama de sociedad con piel echada a perder?
"Por favor, amor, muéstrale a todos que eres inocente, no pasará nada con tu piel" dijo el abogado mostrando sus manos, ahora secas, sin ningún daño por el peróxido.
"¡No!" insistió, alejando sus manos del frasco.
"Limpiaré el nombre del doctor" dijo Johannes tomando las manos de Diana en un ágil movimiento, empapándolas en peróxido.
La viuda del profesor exclamó al ver cómo debajo de las largas uñas de Diana se formaba espuma.
Quizás el grito fue por saber quién fue el asesino, o por darse cuenta de que estaba, ella y todos los demás, atrapados con un asesino en un Chalet de los Alpes, con un cadáver en una de sus habitaciones, en la peor tormenta invernal en mucho tiempo...
 
 
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Hasta la próxima.
 

domingo, 1 de noviembre de 2015

Asesinato en los Alpes 2.5 y el advenimiento de la medicina interna.

No fue sin razón el grito de la viuda. En el pequeño cuarto iluminado solamente por la luz del pasillo se encontraba un cuchillo ensangrentado: el arma homicida. Después del horrendo grito un silencio espectral hizo que el estómago de todos se hundiera y se formara una atmósfera tétrica, espantosa, como si antes nadie fuera consciente de que había ocurrido un asesinato en el chalet. El abogado tomó con su pañuelo el cuchillo, al mirarlo bien lo soltó de inmediato sin decir nada.
- "¿Y bien?" preguntó Niffeneger "¿qué información nos da semejante arma blanca?"
- "Nada" dijo el abogado con una voz fría.
El Dr. Schezer decidió tomar el cuchillo, lo hizo de una manera torpe y extraña, tomó el cuchillo como si estuviera sumamente familiarizado con él pero lo miró con un disgusto falso, una mirada que pedía exoneración. Lo colocó nuevamente en el suelo, su mano llena de sangre. Sin ser consciente de su entorno miró su mano ensangrentada, moviéndola lentamente para verla completa, como aquel pintor que observa la paleta de colores en la que se convirtió su mano tras pintar su opus magna. Después, un escalofrío recorrió su espina y su mirada se cruzó con la de todos, una mirada sutilmente acusadora, esa mirada con la que un jurado mira a un vulgar criminal. El Dr. Schezer emitió un sonido que podría reconocerse como una burlona risa a través de sus labios cerrados, nervioso y sudoroso como ya era costumbre esta noche. Se incorporó y juntó sus manos y con una voz que no correspondía a una atmósfera tan oscura sugirió: ¿Quién quiere pavo?...
 
 
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Esta entrega de Asesinato en os Alpes fue más corta de lo habitual, puesto que el tiempo se me vino encima este fin de semana, prometo que la próxima entrega, la cual escribiré con más tiempo y durante la semana será más larga y mejor. Esta semana ya reanudé mis actividades como esclavo, digo, médico interno de pregrado en cierto hospital y coincide que el gris inicio de noviembre es el cambio de servicio y seré ahora interno para el servicio de medicina interna, gran contraste comparado con el de cirugía general y también con el que comenzaré en enero: ginecología y obstetricia. Antes de que mis vacaciones terminaran tuve la oportunidad de ver la película Puente de espías una película que disfruté muchísimo. Una actuación digna del Óscar para Tom Hanks, un abogado estadounidense quien defiende a un espía ruso en un juicio y que después tendrá que sumergirse más allá de la cortina de hierro en la Alemania del Este en la época en la que el muro de Berlín comenzaba a construirse. La recomiendo mucho. Es hora de irme, hasta la próxima entrega, mientras tanto, disfruten, mis queridos lectores, de todos los beneficios de la vida.